jueves, 25 de enero de 2007

el encargo

Un mercader florentino propuso a un artesano que hiciera una réplica de una antigua escultura, obra de un renombrado artísta. El artesano aceptó el encargo ya que necesitaba el dinero.
El mercader entregó la reproducción a su cliente, que pagó el precio concertado. Pero cuando el comprador pudo contemplar la escultura con calma, a solas, se quedó sobrecogido. Inmediatamente se puso en contacto con el mercader ya que quería conocer personalmente al artísta desconocido. El mercader se rió ya que el escultor que su cliente buscaba no era un artísta, sino un simple y pobre artesano. Pero el comprador insistió y consigió una entrevista con el artísta.
Nada más verlo, le confesó que admiraba su enorme talento; las copias se habían acabado, a partir de entonces comenzaba su nueva etapa: trabajaría para él como artísta, creando sus propias obras en el Vaticano.

Aquel artísta era Miguel Ángel, su talento y su originalidad eran tales, que nunca pudo copiar, siempre fue un paso por delante.